No.30568
Recuerdo esa anécdota donde le acercó una silla y preparó un sandwitch a un guardia que estaba apostado junto a la puerta de su habitación personal en los primeros días de su papado.
Un tipo humilde, como debería ser todo hombre religioso. Se rehusó visitar a su país natal, por lo que jamás volvió a ver a su única hermana viva. Le enviaron una escultura de su mano que él tocó conmovido. Ella vive aún y la cuidan en una congregación de monjas por su estado de salud.