No.5287
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Todo acto humano es egoísta, en el sentido más profundo y honesto del término, ya que fuera del larperismo, no existe un "deber moral" trascendental ni un valor supremo que esté por encima del individuo, lo que hay es el interés propio, la afirmación del Yo como único criterio válido, y traer un hijo al mundo no escapa a eso. Puedes decir que el "amor", "sacrificio" o "continuidad de la especie", etc pero lo que realmente se pone en juego es el deseo del individuo de proyectarse, de experimentar, de continuar su identidad en otro. Incluso el argumento de "dar vida" se sostiene en una lógica profundamente humana del deseo de experimentar la paternidad o maternidad como realización personal.
Es un acto egoísta, sí, pero no lo considero condenable, no lo digo como critxa sino como un reconocimiento de la realidad: lo haces porque lo quieres hacer, porque te da satisfacción, porque responde a tus valores, tus intereses, tus ideales, o lo que sea.
También por eso ni creo que sea un acto generoso, tomando de partida una definición de "generosidad" tradicional (dar algo sin esperar nada a cambio), aunque también alguien que actúa "generosamente", lo hace porque quiere hacerlo, porque eso le proporciona satisfacción o sentido. Entonces, incluso un acto aparentemente altruista se inscribe en la esfera del ego pero eso es desviar el tema. Lo que quiero decir es que en términos "tradicionales" de generosidad, dar vida no entra como acto generoso. Si, uno puede decir que "la vida es el mayor regalo" pero, tener un hijo no es un regalo al otro (al futuro hijo), porque ese hijo no ha pedido nacer, no hay un contrato, el acto no nace de la necesidad del que será hijo, sino del deseo de los que serán padres. Por tanto, no es generosidad, es afirmación del Yo, pero eso no es necesariamente malo.
Es egoísmo, pero no en el sentido vulgar de "malicioso" o "egocéntrico". Es egoísmo en el sentido de expresión del individuo que no necesita justificar sus actos con valores absolutos. Si tú eliges crear vida, lo haces porque eso afirma tu unicidad. Y si compartes ese acto con otro (tu pareja), es una unión de voluntades que refuerzan mutuamente sus deseos.
No se trata de juzgar el acto como "bueno" o "malo", sino de verlo sin las máscaras de la moral tradicional. No se hace por deber, ni por altruismo absoluto. Se hace porque quieres. Y eso basta.